domingo, 24 de marzo de 2013

La Opción por los Pobres es Opción por los Trabajadores


La opción por los pobres es la opción por los trabajadores

En las palabras del flamante papa Francisco aparece la Doctrina Social de la Iglesia como sustento, especialmente cuando hace referencia a la opción por los pobres, elección que trae aparajeada la promoción del trabajo y el empleo como motor fundamental de la diignidad y el desarrollo de los pueblos.


Durante la semana pasada y el transcurso de la presente hemos asistido a la designación de Jorge Bergoglio como el primer papa latinoamericano y argentino.

Entre sus primeras manifestaciones ha pregonado – como uno de varios gestos - la opción por los pobres.

En primer lugar, dicha manifestación es de suma importancia, teniendo en cuenta desde el origen que se habla, lo cierto es que todo se hace “camino al andar” y solo con ese andar podremos saber cómo se lleva adelante esa opción por parte del hoy papa Francisco.

La opción por los pobres no puede estar excluida de la opción por los trabajadores, puesto que la pobreza y la exclusión solo se combaten en el marco de que cada uno de los individuos tenga trabajo digno, lo demás es puro asistencialismo – que en cierta coyuntura puede ser de importancia, pero que no puede, ni debe perdurar en el tiempo, para no perpetrar la dependencia del individuo sin realización propia.
"La Doctrina Social de la Iglesia viene a terciar entre el sistema capitalista propiamente dicho y la aplicación de la teoría marxista, ya sea en su forma socialista o en su forma comunista."

En ese sentido no es en vano recordar que el primer pronunciamiento institucional en el marco de la cuestión social, por parte de la Iglesia Católica, se produjo en 1891 – casi ochocientos cincuenta años después del investimento del primer Papa.

El 15 de mayo de 1891 el papa León XIII emite la Carta Encíclica Rerum Novarum, la que podríamos decir comienza o es el puntapié inicial de la denominada “Doctrina Social de la Iglesia”. La misma comienza de esta forma: “Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamíento de la contienda. Cuál y cuán grande sea la importancia de las cosas que van en ello, se ve por la punzante ansiedad en que viven todos los espíritus; esto mismo pone en actividad los ingenios de los doctos, informa las reuniones de los sabios, las asambleas del pueblo, el juicio de los legisladores, las decisiones de los gobernantes, hasta el punto que parece no haber otro tema que pueda ocupar más hondamente los anhelos de los hombres”.

Esta da un semblante sobre la irrupción del capitalismo, cuál era el padecimiento de los trabajadores en dicho sistema y, además, critica la salida del sistema desde la perspectiva del camino al socialismo.

La Doctrina Social de la Iglesia viene a terciar entre el sistema capitalista propiamente dicho y la aplicación de la teoría marxista, ya sea en su forma socialista o en su forma comunista.

Esa tercera posición es bastante cercana al desarrollo posterior en la Argentina del Peronismo. En cierta medida la “máxima ni yanquis, ni marxista” del primer período presidencial de Juan Domingo Perón expresa esa tercera posición.
"La opción por los pobres solo se realiza en la opción por los trabajadores con el objetivo del pleno empleo que marca la dignidad del individuo."

Así la Doctrina Social de la Iglesia define en cierta medida la relación entre Estado y Mercado: “Es necesario que mercado y Estado actúen concertadamente y sean complementarios. El libre mercado puede proporcionar efectos benéficos a la colectividad solamente en presencia de una organización del Estado que defina y oriente la dirección del desarrollo económico.”

Sin otorgarle a la lucha de clases un carácter revolucionario y “desestabilizador” del sistema capitalista esa Doctrina Social hace fundamentales aseveraciones sobre la importancia de los sindicatos y de la solidaridad entre los trabajadores, poniéndolos como eje fundamental de democratización entre el capital y el trabajo.

Pero la clave la encontramos en la concepción y la importancia de la relación entre trabajo y capital, poniendo la supremacía en el primero: “El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien útil, digno de él, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana”. León XIII, Encíclica Rerum Novarum (1892).

"El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La 'plena ocupación' es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común”. Juan Pablo II – Encíclica Laborem Exercens. (1981).

De ello se desprende una inferencia y una conclusión:

-La Inferencia: Los procesos políticos iniciados en Uruguay, Brasil, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Argentina tiene en sus entrañas muchas de estas connotaciones.

-La Conclusión: siendo el trabajo un derecho fudamental, que tributa a la dignidad humana y de la familia y que este se realiza con la plena ocupación, no caben dudas que la opción por los pobres solo se realiza en la opción por los trabajadores con el objetivo del pleno empleo que marca la dignidad del individuo.

Si el papa Francisco logra siquiera instalar esta cuestión como eje fundamental de su papado, tendrá una gran oportunidad de tener una página gloriosa en la historia universal. Amén.

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