Mucho se ha debatido – y se va a
debatir – sobre el modelo sindical argentino. Las divisiones actuales del
movimiento obrero, probablemente, actúen como nuevo disparador de dicho debate.
Algunos dirán que esa división es
la muestra palmaria de que el Modelo Sindical Argentino está en crisis y que
debe ser reformulado.
Lo cierto es que ese modelo es –
a pesar de ciertos “personajes” que no solo denigran el modelo, sino al
sindicalismo – ha sido exitoso a lo largo de la historia sindical argentina y
han hecho que el sindicalismo argentino haya sido y sea uno de los más potentes
del mundo.
El sindicalismo argentino, el
movimiento obrero argentino – con todas sus contradicciones – fue el que
mantuvo viva la llama de un proyecto nacional. A partir de 1955 “LA
RESISTENCIA” tuvo su base, fundamentalmente, en el movimiento obrero, tomando
las banderas que el proyecto nacional inicio en 1945.
El Golpe de 1955 quiso a toda
costa destruir el modelo sindical argentino – ese sistema de promoción del
sindicato único y por actividad – y lo intento con todas las armas – con la
persecución y la represión – pero también desde el andamiaje legal. Es así que
la dictadura militar surgida en 1955 dictó el decreto – ley 9279/56 en el cual
se pretendía imponer un modelo inverso
al actual.
La tradición sindical argentina
pudo más, dicha legislación nunca pudo ser aplicada en la práctica porque la
cultura e idiosincrasia sindical nacional fue más fuerte.
Lo que hay que avizorar es que el
órgano sindical máximo ( La CGT a partir de 1930 ) siempre alterno períodos de
unidad y períodos de divisiones y, en la década del 90 se formaliza una
división (CGT – CTA) con cierta vocación de permanencia.
Sin embargo, en los estamentos
inferiores, sindicatos de primer (los llamados sindicatos de base) y segundo
grado (federaciones) ya fueren enrolados en la CGT o en la CTA, el modelo sigue
incólume y sin miras que los trabajadores quieran reformularlo, porque no hay
reformulación de un modelo sindical sin la voluntad de los trabajadores de
hacerlo.
Podemos debatir si para que este
modelo funcione mejor se necesitan retoques a la ley, pero no hay fuerza
sindical y no hay verdadera libertad sindical sin concentración sindical, no se
puede hablar de libertad sindical con atomización sindical porque ello es en sí
mismo una contradicción y una falacia.
El debate en realidad no debe
centrarse sobre el modelo sindical, sino en cómo aportamos para perfeccionar la
democracia sindical en las organizaciones gremiales.
Debemos debatir si la denominada
carrera sindical – o sea el requisito de que el trabajador tenga un “recorrido”
de cargos previos antes de poder postularse como candidato a la comisión
directiva - que algunos estatutos imponen no es un escollo para la conformación
de listas.
Debemos debatir, porque algunos
estatutos así la prevén como requisito, si para presentar una lista a nivel de
la conducción nacional la agrupación debe presentar listas para disputar la
conducción en todas las seccionales y pensar si ello no obstruye el derecho a
ser elegido.
Debemos debatir si aquellos que
se afilian a una entidad no merecen una protección tutelar que impida que por
un tiempo el trabajador sea despedido, porque el “desaliento” a la afiliación
existe y es un escollo indirecto para la participación sindical.
Debemos debatir, más allá de la
afiliación, como se promociona y se protege la participación interna de los
trabajadores no solo en las elecciones sindicales, sino en las asambleas, congresos,
comisiones y demás actividades que hacen a la acción sindical.
En resumen, el debate no debería
ser sobre el modelo, porque a mayor concentración sindical, mayor fuerza de los
trabajadores y por ende mayor libertad sindical.
El debate debería ser como
aportamos al perfeccionamiento de la democracia sindical en las organizaciones
gremiales en general y a la democratización de algunos gremios en particular.
Carlos Luis Robinson Marin
Especialista en Derecho
Sindical
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